
Reavivar la fe y profundizar en la formación son dos tareas fundamentales y permanentes para el cristiano de hoy y de todas las épocas. Lo mismo hay que decir del testimonio de la caridad y la nueva evangelización. Si tomamos el símil de un árbol, la fe equivaldría a las raíces mientras que la caridad, el amor, se correspondería con los frutos. Si la raíz es sana y vigorosa, lógicamente producirá un fruto abundante; y viceversa, cuando un árbol da buenos frutos, es lógico pensar que su raíz está sana. Así lo expresó el papa Francisco en su homilía del 21 de febrero: “Una fe que no da fruto en las obras no es fe”.
El Apóstol Santiago lo declara con gran contundencia: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).
La persona que vive una fe verdadera, con autenticidad, como consecuencia da frutos de amor, de caridad. Una fe sin obras, sin caridad es una fe muerta. La vida de fe es la vida nueva de quien se ha encontrado con Cristo y se ha dejado renovar, guiar, iluminar por Él. Esa vida nueva da frutos de amor, de caridad, de solidaridad. Y ese testimonio de fe y de amor es el camino principal para la nueva evangelización.
La segunda edición de las Jornades Transmet, que tuvieron lugar los días 14 y 15 del pasado mes de diciembre, tuvo un título muy significativo: “Quan el Servei esdevé Bona Nova” (Cuando el servicio se convierte en Buena Nueva). La acción caritativa y social de la Iglesia en favor de los más necesitados, que hace presente el amor de Dios entre los hombres, tiene una enorme fuerza evangelizadora y es una dimensión constitutiva de la Iglesia y, por tanto, de la evangelización. El trabajo a favor de los hermanos más pobres y pequeños es también una dimensión constitutiva de la predicación del evangelio. Es aquí donde tantas personas que trabajan y colaboran, aportan innumerables gestos de amor que hacen visible el Evangelio y ofrecen un testimonio creíble.
Para que haya un verdadero anuncio de Jesucristo, hemos de ser transparencia y testimonio de su amor fiel, al estilo del Buen samaritano, es decir, mirando con atención solidaria los malheridos y marginados que están en la vera del camino, acogiendo, curando y ofreciendo el calor de una comunidad que les ayude a salir de su situación. Cuando se ejerce el servicio de la caridad con espíritu evangélico, el mismo servicio es un auténtico anuncio del Evangelio. El trabajo a favor de los pobres es un camino de descubierta de Jesucristo y de encuentro con Él. Cáritas es, ciertamente, la Iglesia en el ejercicio organizado de la caridad, del mandamiento del amor que el Señor nos dio. Y para aquellas personas que están en búsqueda espiritual y de fe, ha de ser también un camino de descubrimiento y de encuentro con Jesucristo.
Vivimos un momento privilegiado, un verdadero momento del Espíritu, para que el ejercicio de la caridad nos evangelice y nos haga ser cada días más evangelizadores. Nuestro Plan Pastoral Diocesano hace referencia a ello. Vivamos este momento con un corazón agradecido y hagamos de nuestra vida, como María, un canto al Señor que en nuestra debilidad ha manifestado su fuerza evangelizadora y liberadora a favor de los más pobres y oprimidos (Cf. Lucas 1, 46-55)
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa