El trabajo no tiene que perjudicar nunca la salud - 08/10/2023 -

El trabajo no tiene que perjudicar nunca la salud (08/10/23)

 

Este sábado 7 de octubre se celebra la Jornada Mundial por el Trabajo decente, una iniciativa que la Iglesia acoge especialmente a través de la plataforma «Iglesia por el Trabajo Decente», junto con muchas otras entidades vinculadas al mundo del trabajo. El lema de la jornada de este año es «El trabajo no tiene que perjudicar nunca la salud».

 

La Doctrina Social de la Iglesia, desde finales del siglo XIX, se ha hecho eco de la importancia del trabajo como dignificación de la vida humana, un trabajo que tiene que ser realizado según los criterios de la justicia que busca el bien de la persona en beneficio de la sociedad. Los diversos papas a lo largo de los siglos XIX y XX han dedicado a menudo su palabra para pedir precisamente un trabajo digno que ayude a vivir la condición de hijo de Dios, con todos los derechos y deberes inherentes a la persona. Últimamente, el papa Francisco, en 2015, afirmaba que: «no hay peor pobreza material que no poder ganarse el pan y ser privado de la dignidad del trabajo».

 

Este año 2023 la jornada se centra en un aspecto importante que debe acompañar el trabajo, como es la salud y la seguridad de los trabajadores en el ejercicio de su oficio o trabajo. Francisco nos recuerda que: «el trabajo es aquello que hace al hombre parecido a Dios, porque con el trabajo el hombre es un creador, es capaz de crear». Si el ser humano se hace colaborador de Dios en la obra de la creación, es obvio que tiene que disfrutar de las condiciones necesarias para poder ejercer esta misión tan noble y elevada a su dignidad.

 

Cuando los cristianos hablamos de salud lo hacemos en un doble sentido, por un lado, la salud física y, por otro, la salud espiritual. Una y otra tienen que ir siempre unidas. Desgraciadamente, todavía hay millones de personas que no tienen acceso al trabajo decente y que se ven abocadas a aceptar trabajos que no ofrecen las condiciones más indispensables para su ejercicio. Esto los lleva a vivir en situaciones de precariedad y de vulnerabilidad física. Y lo que sufren muchas familias afecta también a colectivos concretos como, por ejemplo, a las mujeres o a los trabajadores que sufren problemas de salud mental por la incapacidad de salir de esta espiral de sufrimiento. Precisamente, un informe elaborado por ESADE recientemente cita el bienestar mental como una de las causas principales que mueven las personas a cambiar de trabajo o a abandonar el lugar de trabajo.

 

Estas situaciones humanas que generan dificultades, frustraciones y empobrecimiento difícilmente ayudan a las personas a vivir su dimensión espiritual, la salud más íntima a través de la cual nos reconocemos hijos de Dios, hermanos los unos de los otros, y colaboradores en la obra, no solo de la creación, sino también de la salvación y redención de la humanidad.

 

Es por eso que los cristianos, desde siempre, estamos comprometidos a través de tantas organizaciones e instituciones eclesiales en la defensa de la dignidad del trabajo y de sus condiciones saludables, en la reivindicación de los derechos humanos más elementales y necesarios, y en la dedicación seria y responsable para ayudar a mejorar las condiciones de vida de las personas y las familias, desarrollando programas de acción para acompañar estas duras realidades, y en la promoción de la persona para que pueda convertirse en protagonista de su historia.

 

Agradezco, una vez más, en nombre de la Iglesia diocesana, la dedicación y el trabajo de tantas personas que hacen posible esta presencia de la Iglesia en las realidades de las periferias existenciales y laborales del ser humano. Y les animo a continuar en esta misión de Iglesia que ayuda a dignificar la vida de las personas según el proyecto y la voluntad de Dios.

 

+ Salvador Cristau i Coll

Obispo de Terrassa