En el desierto - 06/03/2022 -

En el desierto (06/03/22)

  

Los que vivimos en estos momentos de la historia nos encontramos a menudo atrapados entre el deseo y la voluntad de mantenernos fieles a unos principios, a unas creencias que forman parte esencial de nuestra vida, que le dan sentido, que la llenan, y la realidad de un mundo que no cree, que vive sometido a otros principios totalmente distintos. Atrapados en un desierto entre estos valores que llevamos dentro y la promesa de una falsa felicidad al precio de echar a Dios de nosotros mismos y de todo lo que nos rodea.

 

Se destruye el valor y el respeto de la vida, de la familia, la educación de los hijos. Se nos imponen como prioridades el dinero, el bienestar, la felicidad como objetivo único y absoluto, la libertad entendida como hacer lo que a mí me gusta, la manipulación de la vida y la muerte y tantos otros.

 

Constatamos la voluntad de algunos de hacer desaparecer los valores de la naturaleza humana, de toda relación con unos principios superiores e incluso con un ser superior que es quien nos ha creado. El mundo rechaza a un Dios al que llaman controlador, pero se somete sin protestar al control de hombres pecadores como nosotros y marcados por el egoísmo como nosotros.

 

“El diablo dijo a Jesús: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. Pero Jesús le respondió: La Escritura dice: el hombre no vive sólo de pan” (Lc. 4, 3-4).

 

¿Lo diríamos nosotros esto? Atrapados, debiendo escoger entre la fidelidad a un Dios que es Padre, que se nos ha manifestado como Padre que es amor y que nos ama y que ​​quiere nuestro bien, o dejarnos dominar por un control cada vez más duro de intereses económicos y dominadores de la sociedad y de ideologías que quieren utilizarnos.

 

Con la diferencia de que sabemos que Dios respeta siempre nuestra libertad y los poderes del mundo no sólo no la respetan, sino que quieren destruirla, quieren ser nuestros dueños, nos quieren utilizar para su interés.

 

“Te daré toda la autoridad y la gloria de estos reinos: me la han confiado a mí, y yo la doy a quien quiero. Adórame y todo será tuyo. Jesús le respondió: La Escritura dice: Adora al Señor tu Dios, da culto a él solo” (Lc. 4, 6-8).

 

Sí, también nosotros estamos en el desierto y somos tentados. Experimentamos la tentación más antigua y sutil de la historia de la humanidad que es la de la soberbia de llegar a ser como dioses.

 

¿Cómo superó  Jesús la tentación? Porque Él estaba unido al Padre, y sólo así podremos vencer también a nosotros, unidos a Él y también entre nosotros.

 

Las tentaciones de hoy son las mismas de siempre, las que experimentaron los primeros seres humanos, las que afrontó Jesús en el desierto, las que nos toca vencer cada día en nuestro desierto. El materialismo, el consumismo, la publicidad, el éxito, el individualismo. En el fondo una felicidad que no existe en este mundo.

 

Pero si se destruye el núcleo, es decir el interior de la persona, cuando ya esté vacía de principios, de objetivos y valores…,¿de qué nos lo llenará el mundo?

 

Dijo Jesús: “La Escritura dice: No tentarás al Señor, tu Dios” (Lc. 4, 12). ¿Lo diríamos nosotros esto? Pero este es un testimonio que nuestro mundo también necesita.

 

+ Salvador Cristau i Coll

Obispo de Terrassa

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