La fiesta de la Purísima y el Adviento

     Celebramos el próximo miércoles la fiesta de la Purísima, una fiesta de María en el tiempo de Adviento, tiempo de esperanza, tiempo de preparación para la Navidad. Ésta es una fiesta muy querida por nuestro pueblo cristiano, una fiesta que la Iglesia ha defendido, una fiesta que se ha mantenido como tal, a pesar de la supresión de algunas fiestas religiosas en días entre semana.

     Un signo de esta popularidad de la fiesta de la Purísima en nuestra tierra es que, en la larga polémica teológica sobre esta verdad cristiana, Cataluña y Aragón se significaron como defensores de esta doctrina, que se ha convertido en dogma proclamado por el Papa Pío IX el día 8 de diciembre de 1854. Recuerdo que Mons. Josep Maria Guix, quien fue obispo auxiliar de Barcelona y durante muchos años obispo de Vic, dedicó su tesis doctoral a la historia de la defensa de la doctrina de la Inmaculada Concepción que hicieron los reyes de la corona catalana-aragonesa. El año 1333 Alfonso II fundó una cofradía bajo la advocación de este misterio, llamada Cofradía de la Casa del Señor Rey, a la que pertenecían, además de los mismos reyes, los consejeros oficiales reales y también los de la ciudad de Barcelona. El 1618 la misma universidad de la Ciudad Condal acordó proclamarse defensora de la doctrina inmaculista. Se trata, pues, de una fiesta con mucha historia. Se podría también hacer un gran libro con la presencia de la Inmaculada en el arte pictórico y escultórico y en las obras literarias de nuestro país.

     El dogma de la Inmaculada Concepción no se ha de confundir con el nacimiento virginal de Jesús, nacido de María, ni tampoco ha de ser entendido en este mismo sentido, pero en relación con el nacimiento de María misma. Lo que nos dice, en substancia, esta verdad de fe es que María es realmente la mujer “llena de gracia”, tal como la saludó el ángel en el misterio de la Anunciación.

     Recordemos los términos de la definición de Pío IX: “La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por una singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano, es revelada por Dios, y por eso mismo ha de ser creída firmemente y constantemente por todos los fieles”.

     Ya que esta fiesta cae en el tiempo de Adviento, tiempo de expectación y de espera del nacimiento de Jesucristo, quisiera remarcar el sentido de esperanza que tiene para los creyentes.

     Y lo haré con unas palabras de Benedicto XVI en su segunda encíclica, precisamente dedicada a la esperanza. Su último punto lleva por título “María estrella de esperanza” que encaja tan bien con la fiesta de la Purísima. Afirma Benedicto XVI que, en el camino de la vida, tenemos necesidad de encontrar luces de esperanza. “Jesucristo –añade- es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia”. Y dice que también tenemos necesidad de luces más próximas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo. Y entre estas personas María sobresale como ninguna otra. Por eso, tanto la fiesta de la Purísima como la fiesta de la Virgen de la Esperanza son dos valiosas señales de pista en el camino del Adviento. Contemplemos a María como signo de esperanza segura, como Madre de esperanza y consuelo del pueblo peregrino. Que ella nos ayude a vivir a fondo nuestro compromiso de creyentes en el día a día, en los pequeños detalles, y también en las grandes ocasiones, en los grandes desafíos que se nos presenten a lo largo del camino de la vida.

       + Josep Àngel Saiz Meneses

     Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa