Puntos de referencia de la comunidad cristiana

Retomamos en este escrito las reflexiones sobre la comunidad cristiana que hemos iniciado en escritos precedentes. La comunidad cristiana, ante todo, es comunidad, y en eso se parece a otras comunidades humanas y se rige por los dinamismos  psicosociales  que les son comunes. Pero, también y sobre todo, es cristiana, y este calificativo la determina y la diferencia de cualquier comunidad humana.

 

¿Cuáles  deben ser los modelos de referencia de la comunidad cristiana? El primer modelo es la comunidad trinitaria. Lo propone Jesús mismo: “Padre, que todos sean uno, como tu, Padre, en mi y yo en ti,  que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21).

 

El misterio de la Trinidad consiste en el hecho de que tres Personas viven en comunión tan íntima que forman un solo ser, son un solo Dios. El misterio y el don de la comunidad cristiana consiste en el hecho de que diversas personas viven en una comunión tan íntima que forman un solo corazón y una sola alma. Y ello constituye un signo de que Dios está creando fraternidad.

 

Toda comunidad cristiana está centrada en torno a Jesús. El Papa Francisco nos dice muy a menudo que “Cristo es el centro. Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la Iglesia”. La presencia de Jesús constituye el punto de encuentro y unificación de la comunidad cristiana de Jerusalén y de todas las comunidades: están centradas en Jesús, el Señor resucitado y han experimentado  la promesa del Maestro: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

 

Para los cristianos, la unión comunitaria es común-unión en Cristo. San Pablo construye comunidades sobre el único fundamento seguro: Jesucristo. Él es la piedra clave que sostiene todo el edificio de la comunidad. Cuando Cristo no tiene la centralidad que le corresponde, surgen otros centros que rompen la unidad. Por otra parte, la comunión con Cristo debe hacer crecer la comunión con los hermanos y viceversa.

 

En tercer lugar, toda comunidad cristiana está animada y dinamizada por el Espíritu santo. A partir de Pentecostés, el Espíritu es el principio dinámico, el alma de toda comunidad cristiana. El Espíritu suscita en cada discípulo y en la comunidad entera las mismas actitudes que animaron la vida de Jesús: el espíritu filial para con el Padre y, en consecuencia, el espíritu fraternal para con los hermanos y hermanas; la actitud de libertad propia de los hijos de Dios. Es el Espíritu quien da la diversidad de carismas y crea la unidad, quien hace  de todos los miembros “un solo corazón y una sola alma”.

 

La comunidad es don y tarea. Es un don que hemos de pedir al Padre cada día: recordemos la importancia de la oración en la comunidad de Jerusalén. La comunidad cristiana es un milagro que sólo el Espíritu de Jesús puede realizar. Pensemos sobre todo en el hecho de compartir el Pan de la Eucaristía, la preocupación por los pobres así como la práctica del perdón y de la corrección fraterna.  Y la comunidad es una tarea constante –por ejemplo, en la conciencia misionera de sus miembros- en la que hemos de trabajar con mucha humildad, poniendo la confianza en Dios y sintiéndonos siervos inútiles, incluso cuando nos hemos esforzado en hacer todo cuanto debíamos hacer, tal como nos recomienda Jesús en el Evangelio.

 

            + Josep Àngel Saiz Meneses

 

            Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa