Recuerdo de María en el Año Jubilar

ESCUDO EPISCOPAL SAIZ

Estamos en vísperas de la fiesta de Nuestra Señora de Montserrat y, como preparación, me parece oportuno referirme a la memoria de Santa María en el Año Jubilar que estamos celebrando. El santuario de Montserrat es la principal meta de peregrinaciones en Catalunya, y desde aquí, en este Año de la Misericordia quiero hacer memoria de otro lugar privilegiado de oración y peregrinación, en la ciudad de Roma. Me refiero a la basílica de Santa María la Mayor, que es el primer santuario en la Urbe y en el mundo dedicado a la Virgen Madre de Dios.

             Cuenta una antigua tradición que en la noche del 5 de agosto del año 352 un hecho insólito mostró la voluntad divina. Al mismo tiempo, al papa Liberio y a un matrimonio se les apareció en sueños la Virgen pidiéndoles que construyeran en su honor una iglesia en un lugar donde hubiera nevado aquella noche. Y ocurrió el milagro:¡Nieve en pleno agosto sobre el Esquilino!

            Se construyó el santuario a María, y de aquel hecho procede el primer nombre dado a la basílica: “Santa Maria ad nives” (de las nieves). También es llamada la basílica liberiana, por el nombre del Papa que la inspiró. Era justo que en la Iglesia de Roma, donde se daba un especial culto a los mártires, existiera una basílica dedicada a la Regina martyrum, la Reina de los mártires. No podía olvidarse, por otra parte, que unos años antes, en el 341, se había convocado un concilio en Éfeso, en el que se proclamó a María como Theotocos, literalmente “casa de Dios” o “engendradora de Dios”, para expresar así que ella era la verdadera Madre de Dios, de aquel Hijo que en la carne se manifestó para la salvación de todos.

            El papa Francisco, gran devoto de María que visita la basílica liberiana al retorno de sus viajes para poner sus frutos a los pies de la Virgen María, quiso abrir este Año Santo en la fiesta de la Inmaculada Concepción. En ese día abrió la Puerta Santa que, “en esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza” (MV 3). Desea el Papa que esta Puerta Santa sea abierta también en cada catedral y  -dice- “en los santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de la conversión”.

        Cuando rezamos el Rosario, en las letanías invocamos a María como “Puerta del cielo”. Ella es ciertamente la puerta que Dios escogió para que su Hijo viniera al mundo, engendrado en sus entrañas como verdadero hombre. Este es el misterio más antiguo y fundamental en lo que se refiere a la persona y a la función de María en la Historia de la Salvación. Dios podía hacerse presente de múltiples formas en la historia humana, pero cuando llegó el tiempo, el Padre eterno dispuso que el Verbo se encarnase y se hiciese hombre en el seno de una mujer por la acción del Espíritu Santo.

           Dios ha querido que ella fuese la mediación necesaria para que el Verbo se encarnara, y al dar a luz al Hijo, Jesucristo, es la puerta y la casa de Dios. Por eso invocamos a María como mediadora de todas las gracias. El Concilio Vaticano II llegó a afirmar: “Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz”. (LG 62). Pidamos, pues, estos días a la Virgen de Montserrat que nos acompañe en este Año Santo para que “todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios” y ella “no se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús” (MV 24).

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa