
Dediqué mi anterior escrito dominical a la confianza que tenemos que dar a los jóvenes cristianos, por la madurez que han demostrado, en especial en la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud que he tenido ocasión de vivir por razón de mis responsabilidades en la pastoral juvenil. En este comentario deseo aportar el testimonio cualificado del Papa Benedicto XVI, que nos da un ejemplo constante de confianza en los jóvenes.
Cabe preguntarse: ¿En qué fundamenta el Papa esta confianza? La respuesta la dio el mismo Benedicto XVI en el discurso pronunciado ante la Curia Romana, con motivo de la inminencia de la Navidad. Fue el 22 de diciembre de 2011, en un discurso en el que es tradicional presentar un balance de los hechos más destacados de la vida de la Iglesia en el año que acaba.
El punto de partida fue muy realista. Escuchemos sus mismas palabras. “No sólo los fieles creyentes, sino también otros ajenos, observan con preocupación cómo los que van regularmente a la Iglesia son cada vez más ancianos y el número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio, cómo crecen el escepticismo y la incredulidad”. “¿Qué debemos hacer entonces?”, se preguntaba el Papa.
“Hay una infinidad de discusiones sobre lo que se debe hacer para invertir la tendencia –respondía-. Pero el hacer, por sí solo, no resuelve el problema. Como dije en Friburgo, el núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces”.
Estas palabras tienen una especial relevancia, porque nos dan la clave de la intención del Papa al convocar el Año de la Fe, que comenzará en toda la Iglesia el próximo 11 de octubre. El fruto que el Papa espera de esta celebración es nada más y nada menos que recuperar la alegría de ser cristianos.
Y, en el mismo discurso que comento, aportó dos testimonios que nos indican el objetivo a alcanzar: África y los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud. Hablando de su viaje a Benín, para entregar el documento postsinodal sobre la justicia, paz y reconciliación, dijo que “el encuentro en África, con la gozosa pasión por la fe, ha sido de gran aliento. Allí no se percibía ninguna señal del cansancio de la fe, tan difundido entre nosotros, ningún tedio de ser cristianos, como se percibe cada vez más en nosotros. Con tantos problemas, sufrimientos y penas como hay ciertamente en África, siempre se experimentaba sin embargo la alegría de ser cristianos”.
Con respecto al testimonio dado por los jóvenes que participaron en la JMJ de Madrid, el Papa lo calificó de “magnífica experiencia”, porque “ha sido también una medicina contra el cansancio de creer. Ha sido una nueva evangelización vivida. Cada vez con más claridad se perfila en las Jornadas Mundiales de la Juventud un modo nuevo, rejuvenecido, de ser cristiano”. Este nuevo modo de ser cristiano, el Papa lo caracterizaba en cinco puntos: la nueva experiencia de la catolicidad, la experiencia de la generosidad dado por los voluntarios, la actitud de adoración y plegaria manifestada por los participantes, la recepción del sacramento de la Penitencia, como capacidad de responder a Dios en la fe y la conversión y finalmente –pero no en último lugar- la alegría. Precisamente la alegría de la fe, la alegría de ser cristianos.
Por estas razones y otras, he querido dedicar mi reciente carta pastoral a las JMJ como una luz y una hoja de ruta que nos indica el camino a seguir por la Iglesia en esta hora.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa