
Sagrada Familia
En este último domingo del año celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. En primer lugar, un saludo a todas las familias de la diócesis, con el deseo de que la paz y el amor que Jesús nos trae reine en todos los hogares. En las celebraciones navideñas la Iglesia nos introduce en el gran misterio de la Encarnación, un misterio que ha determinado la historia de la humanidad. Dios mismo vino a habitar entre nosotros, asumió una naturaleza humana: «Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial» ( Gal 4,4-5).
Al asumir todo lo humano, quiso nacer y crecer en una familia. Hoy es un día propicio para contemplar la Sagrada Familia y para reflexionar sobre la familia. Dios nos creó a su imagen y nos confió la misión de crecer, multiplicarnos y llenar la tierra. Para realizar este plan, el hombre y la mujer se unen en un proyecto común de amor, que está también al servicio de la vida. Este designio de Dios sobre la familia es una vocación, un ideal que requiere entrar con determinación en un camino de conversión del corazón y de búsqueda de la voluntad de Dios. A la vez, se convierte en un testimonio luminoso del amor de Dios y de su presencia en medio del mundo.
En nuestra sociedad da la sensación de que todo va entrando en crisis: la economía, la cultura, la religión, las instituciones, las administraciones; también el individuo, el matrimonio, la familia. La vida continúa, con más o menos ritmo e intensidad, pero es como si sobreviniera una especie de letargo que afecta a amplios sectores. Cada vez se lee menos, se escribe menos, se dialoga menos, se piensa menos, se reza menos; cada vez hay más superficialidad y frivolidad en el ambiente. A este paso, acabaremos vehiculando todos los contenidos y mensajes en videos de minuto y medio o en tweets de 240 caracteres. Gracias a Dios, también hay muchas personas inconformistas que reaccionan, que quieren cambiar las cosas, y eso sucede también en todos los ámbitos.
Una de las enseñanzas más claras que se desprenden de la Navidad es la esperanza. La esperanza que el ser humano necesita y busca de forma directa o encubierta. La esperanza, que no es una mera ilusión, no consiste en alcanzar las expectativas personales, ni responde a los intereses propios. Me refiero a la esperanza que no defrauda, que da sentido, que llena, que conforma un ideal; la esperanza que, en definitiva, es Cristo. La esperanza ha de iluminar nuestros hogares y familias. Las familias han de ser lugares de esperanza, donde se formen hombres y mujeres libres de verdad, con principios éticos y conciencia crítica, con sentido de responsabilidad en relación a la vida, que luchen por conseguir un mundo mejor y más justo, tal como Dios quiere. Las familias han de educar a los hijos en la fe y en el amor de Dios, transmitiendo los valores humanos y cristianos que pueden dar consistencia a sus vidas y sostener la sociedad.
Contemplamos hoy la Sagrada Familia de Nazaret como ejemplo para nuestras familias. Ellos inspiran a las familias cristianas, y les ayudan a convertirse en células vivas de la Iglesia y de la sociedad. Nos acogemos también a la protección de María santísima y de san José y les encomendamos todas las familias, especialmente las que se encuentran en dificultades. Que ellos nos ayuden a ser transparencia del amor de Dios, y que en todos los hogares reinen el amor y la concordia, la paz y la alegría. Feliz fin de año y feliz entrada del nuevo.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa