
Con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebra del 15 al 20 de este mes en Sydney, y también con ocasión del Encuentro de jóvenes de Europa que celebraremos en Lourdes –en el que tendré el gusto de participar-, deseo ofrecer unas sencillas reflexiones sobre la pastoral juvenil, es decir, sobre la actuación de la Iglesia con los jóvenes de hoy.
En la pastoral juvenil es importante la paciencia y la perseverancia. No hay que desanimarse, aunque no falten motivos para el desánimo debido a las dificultades intrínsecas de esta tarea pastoral y también a que cuesta ver el fruto de tantos trabajos. La pastoral juvenil en los tiempos actuales es una obra de arte que requiere cariño, además de paciencia, y mucha dedicación. Hoy más que nunca hemos de respetar los procesos personales, unos procesos que acostumbran a ser lentos. Desde esta actitud de paciencia y esperanza hay que ir sembrando incesantemente, más allá de los éxitos o fracasos aparentes, superando el cansancio y el desánimo, conscientes de que los caminos de Dios no son nuestros caminos, pero también de que Cristo es el Señor de la historia. Por encima de todo, hemos de tener presente que la pastoral juvenil es como el grano que el sembrador lanza a la tierra. El labrador lo hace con una actitud de esperanza, confiando que la tierra, las lluvias y otros elementos harán que no quede defraudada su espera de una buena cosecha. Si no tuviera esta actitud, por lo menos de una manera implícita, podría fatigarse. Así hemos de actuar nosotros, quienes trabajamos con los jóvenes, aunque no podamos medir el crecimiento de lo que hemos sembrado. Lo más habitual será que recojamos lo que otros han sembrado y que el fruto de nuestro trabajo sea recogido por otros. Hemos de trabajar confiados en la palabra de Jesucristo: “Alzad vuestros ojos y ved los campos que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario y recoge fruto para la vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador. Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador: yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga” (Jn 4,35-38). Entre quienes se fatigaron en este campo hay que recordar a Juan Pablo II. El 20 de marzo de 2005, domingo de Ramos, ya no pudo presidir la misa en la plaza de San Pedro, en aquel día que, por iniciativa suya, está dedicado a la pastoral de la juventud. El Papa apareció brevemente en la ventana de su apartamento. Sin pronunciar palabra alguna, bendijo a la multitud. El Papa fallecería doce días después, el 2 de abril. Pero en la alocución del ángelus que leyó en su nombre monseñor Leonardo Sandri, había estas esperanzadoras palabras, en el día en que se cumplían los veinte años de la primera Jornada Mundial de la Juventud: “Muy estimados jóvenes: cada día me doy más cuenta de que fue providencial y profético que precisamente este día, el domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, se haya convertido en vuestra jornada. Hoy os digo: Continuad sin descanso en el camino emprendido para ser en todas partes testigos de la cruz gloriosa de Cristo. ¡No tengáis miedo!” + Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa