Tiempo de Espíritu Santo - 22/05/22 -

 

Tiempo de Espíritu Santo (22/05/22)

 

Sabemos por los evangelios que Jesús, después de resucitar, se apareció varias veces a sus discípulos. Y llegado el momento de volver al Padre, el momento de la Ascensión, les dijo: “Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto” (Lc, 24, 49).

 

Esa fuerza que viene de lo alto es el Espíritu Santo, el Defensor que el Padre había prometido. Y ello se hizo realidad en el día Pentecostés con los apóstoles y lo ha realizado también con nosotros.

 

En este tiempo de Pascua, tiempo en el que nos alegramos del triunfo de la Resurrección del Señor, en el que su vida se hace presente de manera especial en la Iglesia, son muchos los frutos que se vierten sobre la Iglesia y el mundo. Unos comienzan una nueva vida al recibir el Bautismo, otros, sobre todo adolescentes y jóvenes, reciben el don del Espíritu Santo en la Confirmación y son también muchos los niños que comienzan a participar del Pan de Vida en la Comunión de la Eucaristía. Son sacramentos de vida, frutos preciosos de la Pascua del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección.

 

Esto lo constatamos estos días en nuestras parroquias y comunidades, en las diversas celebraciones de los sacramentos, pero deberíamos preguntarnos por cómo lo vivimos nosotros, los que tal vez hace ya tiempo recibimos estos dones. ¿Somos conscientes de los dones que hemos recibido? ¿O puede ser que nos fijemos más en los aspectos negativos de nuestra vida y de lo que nos rodea? ¿Nos alegramos de que esta vida de Jesús Resucitado llegue a muchos hermanos y hermanas nuestros? ¿Les ayudamos con nuestra oración, con nuestro apoyo, con nuestro testimonio y ejemplo?

 

Este tiempo pascual debería ser ocasión para reflexionar y así reavivar estas gracias que hemos recibido hace ya varios años. La gracia del Bautismo que nos ha hecho hijos de Dios, el don del Espíritu Santo que nos da luz y fuerza, el gran regalo de la Eucaristía, el mismo Jesús que se hace alimento para nuestro camino.

 

+ Salvador Cristau i Coll

Obispo de Terrassa

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