Transfigurados (13/03/22)
Seguimos caminando a través de este tiempo de la Cuaresma. Sin embargo, bien distinto de cómo muchas veces lo vemos, la Cuaresma no es triste, ni oscura, ni desagradable. Puede ser que no acabemos de entender lo que significa cuando decimos que es un tiempo penitencial, olvidando que de hecho, toda la vida es en cierto modo penitencial. Sí, porque siempre debemos irnos purificando, siempre debemos pedir perdón – y así lo hacemos habitualmente al empezar la celebración de la Eucaristía – y siempre debemos luchar contra nuestro egoísmo. Y durante este tiempo privilegiado todo esto se nos recuerda y ofrece de una manera especial como camino de conversión.
Pero esto no quiere decir que éste sea un tiempo triste, porque a medida que avanzamos vamos también viendo la luz al final del camino, una luz que ya nos ilumina. Nos ocurre que a menudo no sabemos mirar más allá, no acertamos en pensar que caminamos hacia la luz verdadera, que esta luz ya está con nosotros porque es Cristo, y que en Él está la vida eterna. Y como no sabemos levantar nuestros ojos hacia el cielo, sólo vemos la oscuridad de la tierra. Pero ésta es la realidad, nos espera la Pascua, nos espera Jesús, nos espera el cielo.
Jesús quiso recordar esto a los apóstoles y por eso un día llamó a Pedro, Santiago y Juan y subiendo a la montaña se transfiguró delante de ellos. Aparecieron entonces Moisés y Elías como testigos y así, la Antigua Alianza y la Nueva se hicieron presentes en ese momento a los discípulos.
Y como se encontraban tan bien allí Pedro dijo: “Maestro, qué bien estamos aquí arriba. Haré tres cabañas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. "No sabía qué decía", dice el evangelista san Lucas.
Nosotros no hemos visto a Jesús transfigurado pero sí que podemos verlo a través de la Palabra de Dios, especialmente en lo que nos dice el evangelio de hoy. Porque la transfiguración fue un anuncio de la Resurrección y del cielo para los discípulos, y lo es también para nosotros si sabemos cerrar los ojos y contemplar por la fe a Jesús transfigurado.
Además, todos tenemos experiencia de la presencia de Jesús en nuestras vidas, sobre todo en algunos momentos especiales, momentos de dolor o de gozo en los que hemos podido experimentar esta presencia consoladora suya. Hoy además podemos escuchar nosotros también la voz del Padre que nos dice: “Este es mi Hijo, mi predilecto: escuchadlo”.
+ Salvador Cristau i Coll
Obispo de Terrassa