Fiesta Mayor de la ciudad de Terrasssa

Homilía en la Santa Iglesia Catedral Basílica del Santo Espíritu de Terrassa el día 5 de julio de 2015 con ocasión de la fiesta mayor de la ciudad

Un año más nos reunimos para celebrar la Eucaristía y hacer memoria de los patrones de nuestra ciudad: San Pedro, San Cristóbal y San Valentín. Un cordial saludo al Sr. Obispo Auxiliar, al Sr. Rector de la parroquia del Santo Espíritu, Sr. Arcipreste, sacerdotes, diácono, miembros de la vida consagrada; al Sr. Alcalde y los concejales de la Corporación Municipal; los responsables de los Cuerpos de seguridad; también a los representantes del Gremio Empresarial de Hostelería de Terrassa y Comarca, que lleva el pendón de la ciudad. Saludamos especialmente a todos los fieles y desde el principio expresamos nuestra felicitación en ocasión de la Fiesta Mayor.

Concilio de Egara

La Fiesta Mayor de este año cae en el marco de las celebraciones de los 1400 años del Concilio de Egara. Recordemos que la diócesis de Egara fue erigida entre el año 450 y el 460, y que una fecha especialmente relevante para la historia de la diócesis egarense fue el día 13 de enero del año 615, en que tuvo lugar el concilio de Egara. Participaron doce obispos y los representantes de otros dos. El texto conciliar hace referencia a disposiciones diversas sobre la vida y las costumbres de los eclesiásticos. La diócesis de Terrassa, creada el 15 de junio de 2004, es heredera de la sede egarense, y nosotros somos herederos de aquellos hermanos nuestros.

Los actos organizados para celebrar esta efeméride nos ayudarán a mantener la memoria de nuestras raíces, afianzar nuestros cimientos, a tener bien presentes nuestros orígenes. Hoy más que nunca nos conviene reavivar los valores que han hecho grande nuestra historia, que nos ayudan a vivir con intensidad y dedicación el presente y nos abren a un futuro de esperanza. Junto con este evento, quiero hacer mención del trabajo conjunto que estamos haciendo con la administración para promover que el conjunto de las Iglesias de San Pedro (La Sede de Egara) pueda ser un día reconocido como patrimonio de la humanidad. Una candidatura que este año ha recibido un notable impulso.

Llamade a una ecología integral

Tomando como punto de partida esta historia más que milenaria de nuestros orígenes, debemos reconocer que muchas cosas han cambiado a lo largo de los siglos. La mayor parte de ellas, por supuesto, para mejorar la situación de las personas y las sociedades. Algunas, sin embargo, son susceptibles de mejora. En esta línea el pasado jueves día 18 de junio el Papa Francisco ofrecía al mundo una nueva encíclica, Laudato Si, que toma el nombre de la invocación de San Francisco de Asís: «Alabado seas, mi Señor», que en el Cántico de las criaturas recuerda que la tierra, nuestra casa común, «también es como una hermana, con quien compartimos la existencia, y como una madre hermosa que nos acoge entre sus brazos» (n.1).

El Cántico de las criaturas es un cántico de agradecimiento a Dios por la naturaleza escrito en 1225. El Santo Padre hace también un cántico de alabanza a Dios por la creación ya la vez dedica un amplio espacio a denunciar las actividades que pueden acabar destruyendo la naturaleza y también denuncia la falta de voluntad política y social para evitar esta destrucción. Se trata de un mensaje dirigido a los miembros de la Iglesia y también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para que sean cada vez más conscientes de la necesidad de proteger el planeta tierra.

El Santo Padre señala que la tierra, nuestra casa común, «clama por el daño que le provocamos, debido al uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella», y que su grito, junto con el de los pobres, interpela nuestra conciencia "a reconocer los pecados contra la creación». No es difícil constatar hoy en día el clamor de esta tierra maltratada y saqueada y como sus gemidos se unen a los de todos los hombres y mujeres abandonados del mundo, los llamados "descartados" por la sociedad.

La respuesta adecuada a esta toma de conciencia es «una conversión ecológica» y descubrir hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia para con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior. El objetivo es desarrollar el perfil de la ecología integral que, en sus diversas dimensiones, comprenda «el lugar específico que el ser humano ocupa en este mundo y sus relaciones con la realidad que le rodea».

Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto

En la lectura del Evangelio hemos escuchado un fragmento muy significativo de del Evangelio de san Juan: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto". Unas palabras que nos llevan a considerar la vida como oportunidad para la donación y servicio a los demás, para no vivir encerrados egoístamente, sino abiertos a los demás ya Dios.

Hay una correlación directa entre la muerte de la semilla y el fruto abundante que dará. El grano de trigo es, en primer lugar, Jesús, que nos ha alcanzado una vida nueva mediante su entrega en la cruz. Esta es también la lógica y la verdadera fecundidad de todo nuestro trabajo en la Iglesia y en la sociedad. Podemos ser como un grano de trigo que no logra su objetivo, que se conserva, pero estéril, porque no renuncia a sí mismo para entregarse a los demás. O bien podemos ser como Cristo, que renuncia a sí mismo para hacer la voluntad del Padre, que da la vida para la salvación de todos.

Desde esta actitud de servicio, de donación, podemos vivir la ecología integral a la que hace referencia el Papa Francisco, en las relaciones fundamentales del ser humano: con Dios, consigo mismo, con los demás seres humanos, con la creación. Hay que tener presente a Dios en nuestra vida, hay que orar, vivir la relación con Él y recordar la verdad más profunda del ser humano: que Dios lo ha creado por amor y lo mantiene en la existencia. Sin este diálogo profundo que es la oración, difícilmente podemos llegar a descubrir la verdad sobre nosotros mismos. Porque el misterio del hombre sólo se esclarece plenamente en el misterio de Jesucristo.

Hay que vivir también, en segundo lugar, la relación con uno mismo, desde el conocimiento y la estima de sí mismo. Hay que hacer, de vez en cuando, una parada en el camino, reflexionar. Toda persona humana vive como un impulso a buscar la verdad. La humanidad, a lo largo de la historia, ha buscado la verdad, ha buscado el sentido de las cosas y sobre todo de su propia existencia. La exhortación "conócete a ti mismo" es un buen reflejo de esta investigación y de la importancia que en la Grecia clásica se daba al conocimiento de uno mismo. Las preguntas fundamentales sobre la propia identidad, sobre la procedencia y el final de la vida, sobre el mal y la muerte, sobre el más allá, están presentes en todas las culturas.

También tendremos que velar por las relaciones con los demás, por las relaciones humanas en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, en el mundo del trabajo, en las diversas ocupaciones, en medio de un mundo en constante cambio que reclama una respuesta a las nuevas situaciones de la economía y de la política, de la cultura, la ciencia y la investigación. Servir las personas concretas y las instituciones, trabajar por la justicia y el bien común, por la paz y la dignidad de las personas, especialmente las menos favorecidas. La Sra. Aubets, en el pregón de la fiesta mayor, recordaba la atención que debemos tener a las personas mayores que se sienten solas, y en los propios actos de la fiesta se pueden encontrar referencias constantes a la necesidad de la cooperación y la solidaridad en un contexto aún de crisis.

Las relaciones con la naturaleza, por último, deben respetar el orden de la creación y satisfacer las necesidades primarias de todos, teniendo en cuenta la interdependencia que vincula a todos los habitantes del planeta. La fe en un Dios creador nos permite asumir el deber de respetar la naturaleza y sus leyes, como verdadero don suyo, y al mismo tiempo hacer un uso responsable creando cultura al servicio de todos, en solidaridad también con las generaciones futuras. En el centro de la encíclica el Papa Francisco nos hace esta pregunta: «¿Qué clase de mundo queremos transmitir a los que vendrán después de nosotros, a los niños que están creciendo?» (N. 160).

Final

Confiamos en Dios y confiamos también en los hermanos, en todas las personas de buena voluntad con las que compartimos el camino de la vida. Que nuestros patrones San Pedro, San Cristóbal y San Valentín nos ayuden a vivir la actitud de servicio tan importante en las relaciones personales, en el seno de las familias, en las comunidades religiosas, en los servicios públicos. Que seamos capaces de trabajar por el bien común y construir una casa común abierta a todos, especialmente a los más necesitados. Así sea.